1.- He sacado un 9’4 en el segundo parcial
de Estructuras Políticas. Pero me siento bastante deprimido (casi toda la
semana estoy melancólico). Varias personas han sacado un diez y, en general,
las notas han sido altísimas. No entiendo cómo puede poner un examen tan fácil
y dejar que se copie todo el mundo. Si hago el trabajo y no hay sorpresas en el
examen final, sacaré notable o sobresaliente. Y, sin embargo, no cesa, no acaba
esta sensación de mediocridad. ¡Hubiera preferido suspender ! Quizá
mañana, cuando lo piense fríamente, esté contento (lo mismo me pasó el año
pasado en Historia de la
Comunicación y hoy ya no pienso en lo gris que me sentía y en
lo poca cosa : estoy aterrado de ser uno más de mayor ; de
comportarme como todos en familia ; de tener un instante de lucidez y
tener ganas de vomitar por llevar una vida normal ; de tener miedo a
volar. Como la canción de Extremoduro :
“Dejadme de hablar, no me haces reír, la gente normal se podía morir”).
2.- Me he reencontrado con los Nacha Pop y con Antonio Vega en
solitario. Quizá sea el artista.
3.- Raquel Fuentes otra vez. Sigo
fascinado. Eterna duda el saber si es guapa o no (ha sacado un diez en
Estructuras Políticas). A veces me lo parece, pero no estoy tan seguro. Creo
que es guapa por su voluntad de serlo. Se levanta por las mañanas, se dice qué guapa soy y acaba creyéndoselo y
haciéndonoslo creer.
4.- Qué pronto se aprende a
olvidar. Un día termina una relación y ves las ruinas de todo lo que te parecía
importante. Demolido y claramente irreparable. ¡Dios mío qué va a ser de
mí ! Pero ese sentimiento también pasa. Acabó mi relación y pensé que
acababa mi vida : me drogué (la busqué en las drogas (eran tan sólo
sustitutos) como calmantes : excitaban más mi dolor), pensaba
constantemente en que hice mal ; aprendí a odiarla y a la vez la deseaba a
cualquier hora, tanto que me dolía el perfume de una mujer, las caderas de otra
(un dulce dolor que me impedía pensar). Después me descubrí mucho mejor :
no feliz (nunca, creo que nunca lo he sido), pero mejor. Ya no me comía la
cabeza pensando esto de ella o lo otro. Si no estaba conmigo era inútil pensar
en solucionar algo o en qué hacer para que fuera mejor. Pensaba en ella sin
nostalgia (hay heridas que hay que dejarlas abiertas siempre, como recuerdo que
favorezca la rebeldía ; también recuerdo doloroso de pensar que cuando uno
claudica de sus ideas, de lo que le dicta la cabeza pensando que la vida está
compuesta de pequeñas concesiones (mejor llamarlas traiciones), acabas
convertido en un perro, pero no por ello todo va estupendamente) y todavía con
dolor, pero cada vez menos. Ahora pienso (es inútil no hacerlo con la cabeza
tan desquiciada que tengo), pero ese recuerdo lo diferencio claramente del
presente. Es eso : un recuerdo. Y ya no quiero repetir ni caer otra vez en
la trampa.
4.- Todavía tengo un nudo en la garganta de
la impresión que me ha producido la novela que acabo de terminar. Se llama Y no dijo ni una palabra y es de
Heinrich Böll.
6.- Un día me dejó. No puede ser que me haya dejado, pensé. Estará muerta. Entonces me vestí de
negro... pero decidí ser una viuda muy alegre.
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