Stanley Donen dirigió Charada en 1963 y, tres años más tarde, trató de repetir el éxito con Arabesco.
En las dos homenajea a Hitchcock: una comedia de intriga policiaca la primera; una comedia de espías la segunda. En las dos: suspense, cierto humor macabro y un interés en "la guerra de sexos" (sin exagerar: no es La costilla de Adán en este sentido) y un romanticismo mayor que el mostrado por el maestro.
Pero Arabesco no alcanza la calidad de Charada (una comedia que en un post del año pasado situé entre mis favoritas: 100 películas y Casablanca) por cuatro motivos.
1. La pareja protagonista: la química, que se dice en el cine. a) Gregory Peck no es tan buen comediante como Cary Grant. b) La diferencia de edad. En el cine clásico nada tiene de extraño que el hombre sea mayor (o mucho mayor) que la mujer. Aunque tampoco ahora es habitual que una mujer tenga veinte años más que el hombre.
Pero, en el caso concreto de Audrey Hepburn, funciona a las mil maravillas con actores mayores que ella como Cary Grant en Charada o Rex Harrison en My Fair Lady; sin embargo, y son actores fantásticos, ni en Ariane con Gary Cooper ni en Sabrina con Bogart salta esa chipa que prende con Grant.
Wilder, director de Ariane y Sabrina, pensó en Cary Grant para el papel de esta última. Inciso: su relación con Bogart fue malísima (tampoco Audrey ni William Holden se llevaron bien con Bogart: lo de Bogart y Holden venía de un rodaje anterior. Bogart, como Raymond Chandler, con el que también trabajó Wilder y, por lo menos al escritor, maltrató de palabra, era alcohólico: peor en el caso del creador de Marlowe y coguionista de Perdición. Pocas personas soportaban al Wilder más cabrón, tal vez solo Marlene Dietrich. A uno de sus dos grandes coguionistas (el otros sería I.A.L. Diamond) Charles Brackett también lo desquició.
Otro inciso: Además de la vejez en el rostro, en los dos se apreciaba ya la marca de la enfermedad que los mataría. Aunque fuera de la comedia, en Más dura será la caída, el rostro de Bogart, interpretando a un periodista honesto, es imborrable. Sabrina es del 54, Más dura será la caída del 56 y Bogart falleció en el 57).
Volviendo a Arabesco y la diferencia de edad, con Gregory Peck sí te da todo el tiempo la impresión de que es viejo para Sophia Loren: no hay la química. A veces se tiene; otras no. Peck y Audrey hipnotizaban en Vacaciones en Roma. Con Sophia Loren y Peck no ocurre. ¿Qué hace que se tenga o no se tenga? Jennifer Jones y Gregory Peck incendiaban la pantalla en Duelo al sol, como pocas veces se vio en los años 40... (pura carne que imagino quienes la vieran en su momento no olvidarán jamás). La falta de química, en primer lugar, como todo este largo comienzo, se debe a la diferencia de edad, aunque influye también, me repito, que Peck no fuera un gran cómico (a bote pronto solo se me ocurre una buena, Mi desconfiada esposa con Lauren Bacall) y que ésta es de esas comedias que deberiá desprender "alegria por vivir".
2. Los secundarios de Charada: Walter Matthau, James Coburn, George Kennedy... en Arabesco no alcanzan ese nivel ni de lejos.
3. Las moderneces. O la distinción entre modernidad y moderneces. Son los años 60 y en Charada se ve en la escena del club y el juego de la manzana, en la ropa de Audrey, en la música de Mancini..- Pero en Arabesco te encuentras una secuencia (que sonroja) donde aparece Gregory Peck trastornado, bajo los efectos de una droga, con movimientos de cámara, imágenes de animales, cambios de color, que parece vieja en el mismo 66. Poco después, cuando despierta de la resaca, a conversación entre Sophia Loren y él se ve a través del espejo (truco que utiliza varias veces en la película: espejos de coches, por ejemplo, y alguna con buen resultado, todo hay que decirlo). Esos detalles de "modernidad" son comprensibles en una época que la música pop y las vanguardias cinematográficas europeas ganaban terreno (otro asunto sería ver cuántas de esas películas de los 60 resultan todavía moderna: La Aventura de Antonioni, sí; Zazie en el metro (del 59); El año pasado en Marienbad...). Y resulta extrano en el director Stanley Donen porque fue clásico y moderno: ahí están sus musicales con Gene Kelly o esa Dos en la carretera, que habla de relaciones de pareja como pocas veces antes en Hollywood. Cierto que tras Charada solo recupera el tino en su última pelícua, buena comedia (y poco recordada) Lío en río (1984), con una jovencísima Demi Moore en su mejor papel, que ahora difícilmente se rodaría en Hollywood al acostarse una menor con el amigo de su padre.
4. El guión de Charada es perfecto, aunque ya en esa época convencional. El de Arabesco es convencional pero no perfecto.
PD. Arabesco, aun así, es una película recomendable. Casi cualquier comedia que estrenen este fin de semana o estrenaran el pasado, seguro que es inferior. Henry Mancini compone la banda sonora de las dos; en Charada está París y Cary Grant y Audrey Hepburn...
PD. Stanley Donen todavía vive. Dirigió en 1984 Lío en río y, en 1999, tras un paréntesis de una década, una película que desconozco, Cartas de amor, rodada para televisión. Cuando recibió el Oscar honorífico (escribiré pronto sobre Elia Kazan: el otro día hablaba con mi amgio David López de la extrañeza que sintió, y sentimos muchos, de medio público en pie aplaudiendo, medio sentado) en 1998, la pregunta obligada era: ¿tanto talento queda en Hollywood para que el director de Un día en Nueva York, Cantando bajo la lluvia, Bésalas por mí o Indiscreta ya no dirija más películas?
Scorsese, que innovó tanto porque había mamado y asumido la tradición, entrega el Oscar honorífico a Stanley Donen
Charada
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