En cambio, en Ojos
que te acechan el director (Stephan Elliot), partiendo del clásico
investigador que recorre medio país siguiendo a un sospechoso, busca caminos
inexplorados. Al principio, en esos diez o doce minutos primeros antes
comentados que pueden ahuyentar al espectador, la hija muerta de Ewan McGregor
(el investigador) se le aparece y habla con él. La sombra de El sexto sentido o El último escalón planea sobre la película. Es más, el recurso nos
parece torpe, burdo, como de película de tantas, escrita y dirigida sin
convicción. La presencia de Ashley Judd y (¿por qué no ?) su facilidad
para desnudarse ayudan a no desconectarse de la película.
A partir de aquí todo es cine nuevo, y cine (raro en
hollywood) preocupado de detalles que cada vez caen más en el olvido : una
fotografía y unos decorados (esas calles donde sólo vagabundos deambulan como
autómatas, sin tiendas, sucias) con los que el director consigue envolverte en
el clima de la película. Estos elementos, además, son necesarios porque el
director (excepto la niña muerta del principio) no quiere jugar en ningún
momento con giros tramposos.
En su seguimiento por todo el país de Ashley Judd, de
repente Ewan McGregor deja de ser un oscuro detective para convertirse en los
ojos y la actitud del espectador. Todo espectador es un mirón (raza de mirones,
sentenciaba la enfermera de James Stewart en La ventana indiscreta), así que representarlo en un detective que
fotografía, graba y controla la vida de otra persona no es tan descabellado.
Sólo que, finalmente, el detective (el espectador) hace suya esa ocurrencia de
Hitchcock : si Cary Grant estuviera a punto de morir en pantalla, algún
espectador se abalanzaría hacia la pantalla para rescatarlo, tal es nuestra
identificación con su suerte. Así que en un momento dado, Ewan McGregor ayuda a
la protagonista y, desde entonces, se convierte, en palabras de ella, en su
ángel de la guarda. Algunos hechos apoyan nuestra hipótesis de que Ewan
McGregor es el espectador : su invisibilidad (está siempre siguiéndola, pero
ni ella, aunque lo intuye, ni otros personajes significativos del film lo ven),
su ubicuidad y su invulnerabilidad que logran sacarla de cualquier atolladero.
Sólo que estamos en los 90 y la heroína no deja de ser una psicópata.
Al final, se produce la ansiada comunión entre los
protagonistas, los dos recuperan, en uno de los finales más turbadores y
hermosos del cine contemporáneo, algo
que habían perdido.
Falta recordar lo grandes actores que son (y en esta
película se puede comprobar) Ewan McGregor, el improbable Obi Wan Kenobi, y
Ashley Judd, una mujer de verdad en época de ñoñas disfrazadas de princesitas.
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