jueves, 3 de noviembre de 2011

Tras Munich 38...


Mientras que Platón no tenía reparo alguno con la esclavitud, la Escuela del Jardín de Epicuro admitía mujeres y esclavos.

El argumento relativista tipo «un tiempo, un país» me parece discutible: si el protestante Praetorius, a finales del XVI intentó erradicar la caza de brujas, las palabras de Lutero unas décadas antes: «es una ley muy justa, que las brujas sean muertas, porque producen muchos daños, lo que ha sido ignorado hasta el presente, pueden robar leche, mantequilla y todo de una casa...», resultan propias de alguien cruel e ignorante. Las distintas varas para medir nuestra civilización (de la que se debe esperar algo más «elevado») y otras, puro eurocentrismo…
Sin embargo, tras leer el estremecedor Queremos informarles de quemañana seremos asesinados con nuestras familias de Philip Gourevitch sobre el genocidio ruandés se me hace difícil pensar en un «derecho a la vida» universal: los genocidas juzgados en Europa enfermaron literalmente dado que en nuestras cárceles noruegas consumían el doble o el triple de calorías que en su país (además de contar con televisión, un lujo en África); también mejoraba en mucho la dieta de los asesinos hutus refugiados en los campos de las ONGs que la de quienes malvivían en Ruanda… Las imágenes de la muerte de Gadafi estremecen: pero qué esperábamos. Un pueblo animalizado durante décadas solo puede revolverse como un animal; y teníamos el ejemplo histórico de la Rusia zarista y la brutal venganza de los campesinos tras siglos de esclavitud…
Quiero pensar que los que se indignan con las ejecuciones de Gadafi o Ben Laden hicieron lo propio cuando volaron a Carrero o asesinaron a la familia del Zar. Que, con ellos y su pacifismo, tras Munich 38; un Londres 39 y Polonia parte del Reich y un Washington 41 mientras un obrero cambia la cara de la Estatua de la Libertad por una de Adolf Chaplin; que prefieren al Cristo de la mejilla y no al del látigo. Que se trata de una sensibilidad extrema y no la reacción habitual cuando «la muerte es un maestro alemán» (o norteamericano o francés).
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