Una estranguladora en la silla eléctrica; un espirista farsante, una millonaria (Carole Lombard) cuyo hermano gemelo ha muerto de repente, y tiene a un joven Randolph Scott como pretendiente; un psicólogo que teme que la maldad no desaparezca con la muerte del cuerpo... en apenas 70 minutos, y desde esos terroríficos (pero entrañablemente ingenuos) títulos de crédito (y las citas a Confucio, Mahoma y los Evangelios), Supernatural (Sobrenatural, 1933), resulta ser uno de los filmes fantásticos o de terror más extraños y mejores de una década, la de 1930, donde abunda las obras maestras de un terror, que ya no da miedo pero se disfruta igualmente.


Carole Lombard participó por primera vez en una película en 1921 (con el nombre de Jane Peters). Por la época de Supernatural rueda las primeras grandes películas: No man of her own (con Clark Gable, quien fuera su marido hasta el fallecimiento de ella en un accidente de avión), Bolero o La comedia de la vida (una obra maestra, casi desconocida, de Howard Hawks con John Barrymore de coprotagonista).
Victor Halperin dirigió otra obra maestra del fantástico de comienzos de los 30, La legión de los hombres sin alma. Desconozco el resto de su filmografía, que no es amplia.
PD. Crítica de Tomás Fernández Valentí en Dirigido.
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