Daniel Bell |
Unos años más tarde, una ola de radicalismo parecía desmentir a Bell: Por un lado, la cultura juvenil, que hizo de las drogas y el sexo su bandera de rebeldía. Aunque el presupuesto necesario para hacer posible esta rebeldía fue el hecho de que, después de la guerra mundial, Europa y Estados Unidos se encontraron en los treinta años de crecimiento económico más importante de su historia. Es decir, los distintos mayos de los sesenta fueron revuelta de los hijos de la burguesía, pagadas con el dinero de papá. Así es fácil comprender el paso de hippie a yuppie. Otro hecho que parecía desmentir a Bell era la aparición de los movimientos que pedían poder para los negros. Lo curioso de este movimiento fue que no surgió en un momento de gran represión, sino cuando las tímidas reformas de Kennedy empezaban a hacer efecto. Junto a los movimientos que reclamaban igualdad de derechos para los negros, en el Tercer Mundo surgieron los movimientos de liberación. Figuras como Sukarno o Fidel aspiraban a ser los nuevos héroes del mundo. Casi todas las banda terroristas de Europa pasaron una fase donde se veían así mismos como vanguardias anticolonialistas, como si el País Vasco de ETA o el Milán de las Brigadas Rojas fueran colonias y lo suyo no se tratara una nueva revuelta de los privilegiados. La última de las razones de los críticos de Bell fue la movilización que produjo la guerra de Vietnam: una guerra colonialista y de objetivos ambiguos.
Aunque podían tener razón quienes pensaban que hablar del fin de las ideologías era hablar en términos apocalípticos, ni las revueltas juveniles ni los movimientos de liberación podían ocultar el hecho de que las ideologías como el socialismo o el fascismo que pretendían instaurar un paraíso en la tierra habían perdido su fuerza.
Actualmente nos encontramos en un momento parecido. Podemos sustituir Vietnam por Irak; los movimientos de liberación de los negros por el ascenso de los pueblos indígenas, la protesta estudiantil por los movimientos antiglobalización, etc. Sin embargo, constatamos que estas nuevas ideas no llegan a constituir una ideología capaz de movilizar a las masas. Sólo la guerra, y más por el miedo que por razones éticas. No existe la izquierda ni la derecha. Un periódico inglés explicaba a sus lectores que el éxito del presidente Zapatero consistía en hacer política social de izquierdas y política económica de derechas. No sólo él.
Teniendo en cuenta que, tras la caída del Muro, la mayoría de los partidos comunistas pasaron a ser partidos ultranacionalistas: como el Partido Socialista Serbio de Milosevic, se hace muy complicado distinguir, ya no entre izquierda y derecha, sino entre marxismo y fascismo. Para James A. Gregor, los dos son jerárquicos, antiliberales, abogan por un comunitarismo, se comportan como antisemitas, los individuos y los grupos deben someterse a la autoridad de un Estado hegemónico, etc.
El único sentido actual de la ideología es usarla como arma, sobre todo para los políticos: llamar al que discrepa rojo o facha o racista, la mayoría de las veces es una simplificación, que, por un lado, sirve para no debatir, para hacer innecesario ese ejercicio intelectual que supone dar tus razones y desmontar las del adversario; por el otro, convierte a ese adversario en enemigo, deja claro quienes son los nuestros y quienes los otros.
La única ideología, si se puede llamar así, que se mantiene en este siglo XXI es el rancio nacionalismo, que en España y por parte de los nacionalismos periféricos se utiliza para agredir y expulsar de la tribu al que discrepa y que en el resto del país toma forma de patriotismo futbolero cada cuatro años (siempre, claro, que nos clasifiquemos para el Mundial).
PD. El artículo lo escribí hace tiempo, así que habría que revisar si el 15M ha supuesto un regreso a las ideologías, o tan solo (y ya es mucho) un ejercicio de higiene democrática compartido por votantes de cualquier partido. En cuanto a la socialdemocracia, en España el PSOE la abandonóhace tiempo: falta saber si con Pedro Sánchez se recuperará.
¿Y los liberales? En el PP el componente liberal es una minoría. Escribía Irene Lozano en Recordar hacia mañana: "El verdadero liberalismo está tan en crisis como la socialdemocracia. No se ha enterado de que la mayor amenaza a la autonomía del individuo reside hoy en la debilidad de la democracia frente al poder financiero" Y citaba a Hayek :
"Lo que necesitamos y cabe alcanzar no es un mayor poder en manos de irresponsables instituciones económicas internacionales, sino por el contrario, un poder político superior que pueda mantener a raya los intereses económicos y que, ante un conflicto entre ellos pueda mantener un equilibrio porque él mismo no está mezclado en el juego económico".
La cita es del famoso Camino de servidumbre.
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