Escribía la semana pasada sobre renta básica. Resulta extraño el escaso interés que se le ha prestado en nuestro país. A excepción de ERC e IU. Aunque no tanto si nos paramos a pensar los términos del debate en España. Este país vive ensimismado. Uno pensaba que el «problema de España» se había dejado atrás. Demasiados Laín Entralgo, Ortega, Machado o Costa en su historia. Pero no, continúa hablándose del «ser de España» como se habla del ser de Cataluña o de Murcia (los nacionalismos nos han rebajado, igualándonos en estupidez). Así que no existe debate serio, a no ser que por tal tomemos el mirarnos al ombligo. Lo demás es superficial: por ejemplo, tenemos Gürtel y lo que nos preocupa son los detalles sobre lo íntimos que eran los «amiguitos del alma». Sin embargo, este escándalo, como el del Palau, demuestra que se tiene que replantear la ley de financiación de partidos. Cuando otra ley, la del Aborto, nadie es capaz de elevar un poco el debate y preguntarse «si una persona tiene la madurez necesaria para abortar a los 16 años, por qué no va a poder también votar». Y, si retrocedemos, cuando se juzga a los niños como adultos, por qué no se baja la edad del derecho a sufragio. Hasta la Guerra Civil, de la que podríamos decir como el poeta «allá los muertos que entierren como dios manda a sus muertos», pierde su función ejemplarizante: lo único que importa a tirios y troyanos es el baile de cifras. «Y tú más», se aprestan a decir como si hubiera ocurrido ayer por la mañana. Hasta las palabras carecen de significado, o es maleable, en esta sociedad. ¿Cómo entonces vamos a debatir conceptos? Todavía nos preguntamos qué querría decir Zapatero con su socialismo libertario (seguro que liberal no es) y nos preguntaremos las próximas semanas qué entiende Aznar por una visión cristiana de la política: la respuesta el 9 de noviembre en la UCAM.
sábado, 24 de octubre de 2009
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