Jorge Luis Borges, argentino, vivió de 1898 a 1986. Nació el mismo año que Federico García Lorca. Los dos, a parte de renovar y ser cumbre de las letras hispanas, son autores muy leídos y todavía objetos de estudio y biografía.
Aunque no es fácil entender el éxito de Borges: siendo éste escritor de libros que necesitan una serie de conocimientos previos de la Cábala, de mitología, de autores clásicos e, incluso, de filosofía, no parece accesible para todos los lectores; en cambio, la poesía popular de García Lorca (dos entradas mías sobre vida y obra de García Lorca: aquí y aquí) sí es más comprensible (el otro Lorca, el de El Público o Poeta en Nueva York, leído pero todavía un desconocido). Siguiendo esta coincidencia entre el nacimiento de estos dos grandes escritores y su relación, que no fue amigable, Ian Gibson, en su biografía de Lorca, recoge la siguiente anécdota: estando Lorca en Argentina dijo a un grupo de amigos que en Estados Unidos sí existían mitos; Borges le preguntó a qué mitos se refería y Lorca le respondió que a Mickey Mouse (o el Pato Donald, no recuerdo qué personaje, es lo de menos). Pero la historia de la literatura está llena de enfrentamientos entre escritores de valía, celosos unos de otros (en Las máscaras del héroe, el narrador elegido por Juan Manuel de Prada, aprendiz de escritor, sólo muestra reconocimiento literario por García Lorca, Borges y Ruano, aunque éste, más periodista que escritor, más vividor que periodista, fuera de aquellos que, señalaba Trapiello, ganaron la guerra pero quedaron arrinconados en los manuales literarios).
Mi descubrimiento de la obra y el mundo borgeano llegó hace ya varios años. Mi tío tiene una colección de las obras más importantes de este siglo y, entre ellas, una antología de cuentos de Borges, donde destacan El Aleph, Deutsches Requiem o El muerto. Pero ese primer contacto con Borges no fue ni mucho menos satisfactorio. Confieso (ahora con rubor) que leí, deseando terminarlos, varios de esos cuentos, y que le devolví el libro a mi tío preguntándome qué demonios escribía el Borges ese. Llevaba ya bastante tiempo sin preguntarme o preocuparme por Borges cuando observé en articulistas de éxito (o aspirantes al éxito) una preferencia por citar a Borges (también a Ortega o a Unamuno: nadie ya los cita. Pero fue, sobre todo, después de leer El Quintento de Buenos Aires de Montalbán, donde Borges es presencia obligada en cada latido, en cada respiro, de su ciudad, y Las máscaras del héroe, siempre unido a la figura de Cansinos-Asséns y de los creacionistas, cuando volví a sentir curiosidad por la obra de Borges (también por la de José Antonio Primo de Ribera, pero por otros motivos: qué hacía un poeta, un mal poeta, según Tecglen, rodeado de pistoleros, fundando la Falange). Así que, hace unas pocas semanas, y casi por obligación, lo he vuelto a leer. Todavía entiendo las razones de los que opinan que los cuentos de Borges son sólo un pretexto para deslumbrarnos con su erudición y que, en el fondo, su literatura simplifica los mitos, las religiones y las filosofías antiguas. Borges puede producir en el lector la sensación de estar accediendo a niveles más complejos y profundos de literatura, pero es sólo una apariencia, un engaño: pseudofilosofía.
Este comentario tan crítico de lo poco (hay que empezar por decirlo) que he leído de Borges no significa que algunos de estos cuentos no los haya leído con deleite. Entre éstos destaca Deutsches Requiem, que resumiré brevemente:
El subdirector de un campo de concentración nazi ha sido condenado a muerte por un tribunal. Antes de su ejecución recuerda su vida (sus antepasados, su invalidez, sus lecturas : Goethe, Schopenhauer, Nietzsche, Spengler...) y los motivos que tuvo para adherirse al nazismo que suponía un nuevo orden : mejor, por supuesto. El libro, en primera persona, es un monólogo del protagonista. Cuando (casi) cualquier autor trata el tema del nazismo, y no digamos si el protagonista es nazi, intenta de algún modo distanciarse de su personaje o (y es muy frecuente) ir dándonos claves para que comprendamos que no hay que identificar autor y protagonista o autor y narrador. Pero Borges no se identifica ni se distancia de su personaje, simplemente lo crea, le da vida y lo hace hablar como hablaría un fascista de una cultura elevada (no olvidemos sus lecturas) para justificar su pertenencia al partidos nacionalsocialista : lo que hizo. Para entenderlo hay que recordar que Borges se sintió siempre muy cercano a la cultura y autores alemanes.
En el epílogo de el Aleph nos dice su intención en esta obra : ... nadie pudo anhelar más que yo que fuera derrotada Alemania ; nadie pudo sentir más que yo lo trágico del destino alemán...
El otro cuento que quería comentar (tan sólo un aspecto) es El Aleph. La historia comienza con una declaración del amor desmedido que sintió Borges por Beatriz Viterbo aun después de muerta, pero con la aparición de Carlos Argentino Daneri, su primo, y su pretenciosa y pésima literatura primero y luego con su conocimiento de el Aleph, da un giro y la figura de Beatriz Viterbo casi desaparece, teniendo apenas que ver el principio con el final. Entre el cuento y la novela, Borges se decanta por el primero. Pero esta elección conlleva que el autor no pueda elegir varios temas, se tiene que centrar en uno. Es decir, en una novela el autor desarrollaría o reviviría la extraña historia de amor entre Borges y Beatriz Viterbo, a otro nivel (indudablemente el más importante) explicaría cómo se encontró y qué era el Aleph y, finalmente, trataría los porqués del éxito literario de Carlos Argentino Daneri. Y estos tres temas acompañados de nuevas situaciones y ambientes. Sin embargo, Borges, al elegir el cuento como vehículo, no desarrolla los otros temas. La historia de amor entre Beatriz y él sería un cuento totalmente diferente (quizá mejor, quizá peor, pero, indudablemente, otro). Este proceso de preferencias y selección no está sólo en el cuento, pero sí es en éste género donde se observa más claramente.
Invasión (1969), película de Hugo Santiago con argumento de Borges y Bioy Casares
Entrevista a Jorge Luis Borges en A fondo
2 comentarios:
Creo que Borges ha sido el único intelectual que no cayó rendido a la obra de Lorca y a su personaje, al que definió como “un andaluz profesional”. También es él único escritor (junto a Savater) que dice que estaba más orgulloso de lo que ha leído que de lo que ha escrito (suele ser al revés), y que no supedita la razón a la ideología política. Lo mejor de Borges: su tarea de divulgación (puso en su sitio al minusvalorado Stevenson y su antología de cuentos policíacos es soberbia), el Borges Verbal (sus deliciosas entrevistas en Periódicos y libros, incluso Joaquín Soler Serrano le entrevista para tv española), su poesía, la única “filosófica”, y su idea de la biblioteca universal, que ahora Google lucha por lograr. Fue objeto de envidias por que era uno de los pocos escritores con una cultura universal, que había leído los libros que conforman la civilización, no únicamente los recomendados en los suplementos literarios de la prensa.
Yo llegué a Borges hacia los 20 años, y confieso que me deslumbró PORQUE no lo entendía. Quiero decir: notaba que había algo grande detrás de aquellas frases crípticas, de aquellas metáforas deslumbradoras... pero no atinaba a descifrar qué. Borges (como el Cortázar de "Rayuela") es un autor al que me merecí a base de esfuerzo. Y estoy orgulloso. Ahora es uno de mis ídolos literarios.
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