lunes, 2 de noviembre de 2009

Rusia y Europa del Este

Más de 20 líderes de 16 países y miles de ex combatientes participaron el 6 de junio en las conmemoraciones del desembarco de Normandía y, posteriormente, del fin de la II Guerra Mundia. En el tono general de las celebraciones nadie dudaba que la II Guerra Mundial y el genocidio nazi son irrepetibles.
Sin embargo, el comienzo de la guerra, es decir, la invasión de Polonia no fue solamente alemana, también los rusos la invadieron. Ahora el primer ministro Putin pone al mismo nivel ese pacto, el Ribbentrop –Molotov, que los acuerdos de Munich de 1938. Por esos acuerdos los aliados permitieron que Hitler ocupara los Sudetes checos. Son uno de los mayores actos de cobardía de la historia, pero no un crimen como el ruso.
No creo en el perdón histórico. Cuando alguien clama porque los españoles pidan perdón a los indios americanos, los blancos norteamericanos a los negros o la Iglesia a casi todo el mundo, parece que olvida que los crímenes no pasan de padre a hijo. ¿Pero qué ocurre cuando alguien se declara abiertamente heredero de otro, su sucesor? Porque algo parecido está ocurriendo en Rusia: Stalin vuelve a mirarse como un gran patriota, el área de influencia rusa intenta ser la soviética, en los libros de texto mienten a los escolares, etc.
Tomemos el último caso, el de los libros de historia para escolares y la mentira. Millones de niños crecerán sin saber qué ocurrió en Katyn.
Katyn podría compararse a Paracuellos, y muchos historiadores de derechas o los llamados revisionistas lo hacen, o a Guernica en cuanto a la mentira. En los bosques de Katyn asesinaron a veinte mil polacos: oficiales, sacerdotes, artistas… Esto lo acercaría a Paracuellos, pero a escala industrial. A Guernica lo acerca el hecho de que los soviéticos echaran la culpa a los nazis y que todavía sesenta y nueve años después Rusia se niegue a reconocerlo.
Pero no es sólo la Historia, aunque el presidente Medveded rápidamente saltó a un intento del Parlamento Europeo de equiparar comunismo y nazismo. Dejemos aquí este tema y pasemos a la política exterior rusa y por qué es un vecino tan incómodo. En los últimos años se han producido en varios países de la antigua Unión Soviética las llamadas revoluciones verdes que buscan un acercamiento a Europa Occidental, a sus instituciones y modos de hacer política. Bien, la respuesta de Moscú siempre ha sido la de tratar de impedirlas: desde cortar los recursos energéticos hasta hacer exhibición de armas. En Georgia incluso apoyando y permitiendo la independencia de una parte gracias a sus armas.
Esta nueva política rusa, que no se produjo ni con Gorbachov ni con Putin, ha tenido una consecuencia importante para la construcción europea. Los países del Este se han alineado siempre con Estados Unidos (los checos y polacos son un ejemplo) y dejado a un lado a la Unión Europea porque no se fían. Prueba de ello es el apoyo mayoritario a la guerra de Iraq y al escudo antimisiles. Su desconfianza hacia los europeos tiene mucho que ver con nuestro fracaso en los Balcanes o el seguidismo que hace Alemania de la política rusa. Sin embargo, la llegada de Obama ha cambiado las cosas en un punto importante: ha decidido no continuar con el proyecto del escudo antimisiles. Necesita a Rusia para Irán y éste ha sido el trato. El escudo antimisiles no tiene demasiada importancia real porque la mayoría de los expertos aseguran que no sirve. Pero sí la tiene simbólica: una vez acabada la Guerra Fría, Europa es un continente sin importancia estratégica. El mundo mira hacia China, hacia la India o los países árabes y el gran Mister Marshall mira hacia allí.
Época de miedo e incertidumbre para la Europa del Este, pero también una oportunidad. El 1 de diciembre entró en vigor el Tratado de Lisboa, que no es una Constitución ni mucho menos, pero que es un camino para una unión más real, aunque, además de los británicos, sean los países del Este los más escépticos. El nacionalismo moderno surge de las guerras, del enemigo exterior, así fue el caso de los franceses cuando defendieron su revolución o de los españoles cuando batallaron por su patria contra estos mismos franceses. Esperemos que la amenaza rusa y la indiferencia Norteamérica nos lleve a la conclusión de que somos países pequeños en un mundo globalizado y que necesitamos una política exterior y de seguridad común si queremos convivir con las grandes potencias.
O simplemente subsistir al ataque continuo de los mercados.
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