Unos versos del poeta Elías los Arcos decían —y cito mal—:«Caravaca la bravía, más de cien tabernas y ninguna librería». Lo mismo vale para el cine. Un cartel anuncia la última película proyectada: fue este verano: Enemigos públicos de Johnny Depp (muy recomendable, por cierto). Lo de menos es no tener un cine decente; lo de menos es no tener ni tan siquiera un cine, sino un teatro. Lo de menos es que se proyecten filmes comerciales. Para degustar otras cinematografías siempre podemos recurrir al Jardinico o a proyectos como el Bibliocine. Pero han pasado meses y meses y ni un estreno que llevarse a los ojos. Proyectaban Agora y Calasparra y Moratalla se adelantaban; proyectan Avatar y Calasparra y Moratalla se vuelven a adelantar.
Hablo de cine por empezar con algo, pero podríamos seguir con la música. Salvando «A la luna de Barranda» y el ciclo ECOS, los dos de sobrada calidad: qué grupo actuó por última vez en Caravaca: este verano Amaral tocó en Calasparra y Rosendo en Cehegín, por ejemplo. Nos queda la iniciativa privada: el veterano Zipi, y La Compañía, y La Nota; y la apuesta del Año Santo, el MTV Murcia Night que traerá tres grupos: uno nacional, otro internacional y el murciano. Y, en el futuro, un Centro Multicultural que debiera servir para algo más que las representaciones escolares.
Le echaba yo las culpas a la religión y sus fiestas. Un pueblo tan volcado en mostrarle al mundo sus singulares festejos y la religiosidad que se respira en el ambiente no tiene tiempo para fruslerías como el cine y la música. Pero cuál fue mi sorpresa al saber que tampoco se aprovechan los recursos turístico – religiosos de Caravaca. Un amigo me comenta que si un peregrino quiere llegar hasta la Basílica por una pretendida ruta de las iglesias empezando en el Templete, cuando no se esté oficiando misa solamente encontrará abierta la parroquia de El Salvador.
En otra época los domingos eran día de cine, también de misa, ahora quien quiera hacer algo diferente un fin de semana no le queda más remedio que escaparse a Murcia porque Caravaca se convierte en un desierto cultural.
Hablo de cine por empezar con algo, pero podríamos seguir con la música. Salvando «A la luna de Barranda» y el ciclo ECOS, los dos de sobrada calidad: qué grupo actuó por última vez en Caravaca: este verano Amaral tocó en Calasparra y Rosendo en Cehegín, por ejemplo. Nos queda la iniciativa privada: el veterano Zipi, y La Compañía, y La Nota; y la apuesta del Año Santo, el MTV Murcia Night que traerá tres grupos: uno nacional, otro internacional y el murciano. Y, en el futuro, un Centro Multicultural que debiera servir para algo más que las representaciones escolares.
Le echaba yo las culpas a la religión y sus fiestas. Un pueblo tan volcado en mostrarle al mundo sus singulares festejos y la religiosidad que se respira en el ambiente no tiene tiempo para fruslerías como el cine y la música. Pero cuál fue mi sorpresa al saber que tampoco se aprovechan los recursos turístico – religiosos de Caravaca. Un amigo me comenta que si un peregrino quiere llegar hasta la Basílica por una pretendida ruta de las iglesias empezando en el Templete, cuando no se esté oficiando misa solamente encontrará abierta la parroquia de El Salvador.
En otra época los domingos eran día de cine, también de misa, ahora quien quiera hacer algo diferente un fin de semana no le queda más remedio que escaparse a Murcia porque Caravaca se convierte en un desierto cultural.
1 comentarios:
Al menos podemos contar con el cine-club "El Jardinico", proyectando en el Thuiller en 35mm.
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