lunes, 29 de noviembre de 2010

Destrozos en la obra de Berlanga, Bowie, José Alfredo...

Cómo destrozar la obra de artistas fallecidos, o en las últimas (caso de Bowie), parece la nueva moda. No hablamos ya de Ramoncín y Nirvana o de Shakira y The XX.
En los últimos meses se editó un recopilatorio de José Alfredo Jiménez, que no le hace justicia. Y más recientemene el homenaje a Carlos Berlanga (Bebe y La Casa Azul salvan los muebles) y otro a Antonio Vega. Peores imposibles estos dos. En el de Antonio Vega (como con José Alfredo) el riesgo es cero: Marlango, por ejemplo, destroza El Sitio de mi recreo. Parece que para las discográficas no existe la América española y da lástima pensar lo que podría haber hecho Gepe o Jorge Drexler con ese tema. Y no es que no esté lo más granado del pop español en El alpinista de los sueños...
También ha salido recientemente el tributo a David Bowie en el que participa Carla Bruni, Keren Ann o Vivian Girls. Se llama We were so turned on y nadie que no lo conozca anteriormente va a ir a la tienda a comprarse discos del Duque.
«Y las escribe un tal José Alfredo» de Paco Puerta (publicado en El Noroeste)
Una de las cualidades más espeluznantes que poseemos los humanos es el escaso respeto que brindamos a la memoria, al pasado. Escudados en el topicazo de que el tiempo lo cura todo, tendemos a olvidar aquellas situaciones que más nos costó atravesar, digerir, como si ya no importaran, y dejarlas circunscritas a un pequeño rincón de nuestros recuerdos, como si creyéramos que ya lo hemos aprendido todo. Actos abominables, sufridos o causados, malvados, o simplemente cuestionables, son arrastrados mar adentro, quedando así condenados al otro topicazo, el de volver a tropezar en la misma piedra. Nuestro egoísmo es tal que, no contentos con olvidar lo malo, lo cual no deja de ser, en su propósito inconsciente, una terapia, también, por sencilla dejadez, acabamos prescindiendo también de los elementos más bonancibles. Por fortuna, en la música existe un remedio contra el olvido, llevado a la práctica a menudo, una invocación del pasado que lo convierte en presente, y son, lejos de este misticismo preliminar, los discos tributo. En esta ocasión, gente de la talla de Andrés Calamaro, Enrique Bunbury, Carlos Ann o Javier Corcovado se reúnen para brindar por, quizá, el más grande compositor de rancheras que existiera, José Alfredo Jiménez. Brindando a José Alfredo Jiménez es el elocuente título que aúna dieciséis reinterpretaciones del legendario compositor mexicano. Impulsado por el mencionado Carlos Ann, que se encarga de arropar con tintes blues la ruda «El cantinero», y por Mariona Aupí, que traslada a un tímido swing «Con la mitad», el disco navega entre posturas experimentales, como el electrónico «Si nos dejan» propuesto por el Instituto Mexicano del Sonido, y otras más ortodoxas. En esta corriente se instalan Mercedes Ferrer, «La media vuelta», Salev Setra, «Cuatro copas», y Tonino Carotone, con introducción a lo Chavela Vargas incluida, «Pa´todo el año», y esa impagable aserción, «si te cuentan que me vieron muy borracho, orgullosamente diles que es por ti». Por encima de cualquier tendencia de los intérpretes, la poesía llana, desnuda y visceral con la que el autor dota a cada una de las composiciones se impone. Historias marcadas por el desamor y la tragedia, directas y sin adornos, describen las vertientes más abruptas de la vida, recordándolas y manteniéndolas vivas, para que no se acomoden en esos pasadizos inaccesibles de la memoria
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