Llega la crisis económica y parece que todo (o parte) se resuelve con la desaparición de ministerios, concejalías y consejerías. Sin embargo, deberíamos hacer lo contrario: crear nuevas. Por ejemplo, Consejerías de Ocio y Tiempo Libre (unas 17) con su correspondiente Ministerio de Ocio y Tiempo Libre. Sumamos más de 5 millones de parados. En Murcia, los empresarios ya dijeron (y acertaron) que no se crearía empleo en 2011. En 2012 según Montoro y Fátima Báñez que casi seguro tampoco. Y según Jesús Caldera Murcia perderá 26.000 puestos de trabajo en 2012 por la reforma laboral.
En un par de años ni maestros, ni médicos, ni albañiles..., el primer colectivo de este país, al que tendrán que atraerse PP y PSOE, si quieren gobernar es el de los parados. Además, de que con un ocio y tiempó libre regulado se evitan los comportamientos antisociales. Ya saben: "Si uno empieza a permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo se pasa a la bebida...". Mejor que lean entero a Quincey.
Mantengan entretenidos a los desocupados forzosos, señores gobernantes, las revoluciones florecen con la abundancia de tiempo libre.
PD. El pinganillo en el Senado es otro asunto que colea. En la pasada legislatura una madre de una niña enferma amenazó con volarse los sesos delante de la Ministra (creo que en Sanidad está Leire Pajín, pero no me hagan caso). Algo digno de ver. Pero no le echemos la culpa al pinganillo. En todo caso al Senado al completo. ¿Saben ustedes para qué sirve el Senado? Yo, no. Lo aceptaría si en él se produjeran debates tan instructivos como uno de los últimos en la Cámara de los Lores: "Sus señorías habrán notado que 650 (el número de diputados actual) es el producto de tres números primos. Les diré además que 630 es el producto de cuatro números primos y desafío a cualquiera a que encuentre un número que sea el producto de cinco números primos". Esto lo dijo Lord Harris. Por lo demás, y en España, el Senado sí debe sumarse a la campaña de crear empleo. En lugar de pinganillos un traductor o traductora susurrando al oído la intervención del que esté en la tribuna de oradores.
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