martes, 25 de enero de 2011

Amor y otras drogas: cuatro pelis en una

Guapos y talentosos
En Amor y otras drogas hay varias películas: una comedia romántica, un drama sobre parkinson, una comedia sobre parkinson con cierto humor negro, una crítica de la industria farmacéutica… 
 Una película extraña para Hollywood y para su propio director, pero que conteniene cierto interés, frustrado precisamente por su director, Edward Zwick (más acostumbrado a la grandilocuencia, al plano enfático: Tiempos de gloria, Leyendas de pasión, En honor a la verdad…) y por el guionista Charles Randolph que no acierta con el tono del personaje que interpreta Jake Gyllenhaal. Este es un vendedor novato que, gracias a su encanto con las enfermeras principalmente, va ascendiendo en la empresa hasta que le ofrecen un nuevo producto: el Viagra. Antes ha conocido a una enferma de parkinson interpretada por Anne Hathaway e inician una relación sexual (un par de veces las tetas de ella; el culo de él, que recuerde en plan rápido) con mucho miedo al compromiso.
El guionista no tiene claro sí Jake interpreta a un auténtico cabrón o a una persona sin ningún interés por sí mismo ni por lo demás. Al final vence esta opción, pero no resulta creíble de ninguna de las dos maneras pero no por culpa suya. Anne Hathaway está magnífica (he leído en alguna crítica que puede ser candidata al Oscar, aunque espero que no por esta chorrada): desde Princesa por sorpresa ha participado en películas de Ang Lee, Rodrigo García, Jonathan Demme, Tim Burton o El diablo viste de Prada de David Frankel. Todavía le falta esa gran película, pero la creo mejor actriz que otras como Scarlett Johansonn o Kirsten Dunst.
En cuanto al director, en la secuencia que inicia la película parece Tony Scott: intenta trasladar a imágenes la euforia de los antidepresivos y yo acabé mareado. Después desaprovecha la gran escena de la película: en un montaje paralelo se ve cómo Anne acude a una reunión de enfermos de parkinson, esa reunión le da esperanza de que pueda llevar una vida con otra persona; a la vez Jake habla con el marido de una enferma de parkinson que le dice claramente que deje a su novia antes de que sea tarde. A la secuencia en la que apreciamos más los efectos del parkinson en Anne tampoco le saca partido. Un buen director de melodrama le hubiera dado los cinco o diez minutos necesarios para el Oscar. Por lo demás, un par de chistes buenos sobre masturbación; y la sensación de que, con su happy end y todo, incluso los hermanos Farrelly hubieran hecho una buena película. A Zwick, mejor con Cruise en El último samurai.

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