"Llevaba años sin leer un libro tan notable como el de Tuchman", escribe John Kenneth Galbraith sobre el estudio de Barbara W. Tuchman titulado La marcha de la locura: de Troya a Vietnam, quien fue una de las Casandras de la guerra de Vietnam
Publicado en España por RBA (el original es de 1984), disfruté muchísimo con El telegrama Zimmermann (que se lee como la mejor novela de espionaje) y me parece más "notable" el galardonado con el Premio Pulitzer en 1962, Los cañones de agosto. Tanto este último como El telegrama Zimmerman han sido publicados también por RBA.
¿Por qué los gobernantes se empecinan en políticas contrarias a su intereses cuando existen alternativas?, se pregunta Tuchman (Nueva York, 1912-1989) y toma varios ejemplos, cuatro tratados en profundidad (Troya, los Papas renacentistas previos a la Reforma protestante, Inglaterra en los años previos a la independencia de Norteamérica y Norteamérica en Vietnam) y otros superficialmente: Napoleón y Hitler y la invasión a Rusia; Roboam, Moctezuma y la llegada de los españoles, Felipe II y la Invencible...
Barbara W. Tuchman |
Para Barbara W. Tuchman existen cuato tipos de desgobierno, generalmente combinados: 1) tiranía u opresión; 2) la ambición excesiva (la Armada Invencible de Felipe II); 3) la incompetencia (los últimos Romanov); y 4) la insensatez o la perversidad. "Este libro gira en torno a una manifestación específica de esta última categoría; a saber, la consecución de una política contraria a los propios intereses del territorio o el Estado en cuestión. Entendemos por "propios intereses" todo aquello que conduce al bienestar o al beneficio de la entidad gobernada; la insensatez es una política que resulta contraproducente en este aspecto".
A continuación define qué considera una "política insensata": El primer criterio: debe ser percibida como contraproducente en la propia época; el segundo; "tiene que existir una vía de acción alternativa y factible; y, el tercer criterio, la política en cuestión debe corresponder a un grupo, no a un dirigente individual (en Vietnam, desde que Roosevelt, a pesar de sus críticas al colonialismo europeo, decidiera apoyar a los franceses hasta la retirada definitiva, pasaron varios presidentes, no todos del mismo color político).
Algunas de las apreciaciones de Tuchman resultan debatibles y dudo que, excepto para ella, exista ese común denominador para explicar los distintos desgobiernos, incluso los que ella estudia. Pero algunos capítulos, como el larguísimo dedicado a Vietnam, sí cumple en general los tres criterios básicos. Por lo demás, como en las otras dos obras que he leído, leer a Barbara W. Tuchman es un placer, tanto para los amantes de la historia como de la buena literatura.
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