No aparece Dorothy. Ni el León. Ni el Espantapájaros o el Hombre de Hojalata. Tampoco cantan (un amago sí que lo hay) ni, una vez acabada y ya durmiendo, te asustan los monos voladores. Ni una canción, repito: no cantan, que pareciera hecha para Margaret Thatcher (via Hefner): Ding-Dong! The Witch is dead. Consigue incluso esta precuela del Mago de Oz que Mila Kunis no me parezca deseable, besable, mordible...
Y, aunque para nada resulte extraño, carece de la ingenuidad encantadora del Mago de Oz (una ingenuidad difícil en el siglo XXI, pero que en las últimas décadas del XX sí se daba en La princesa prometida).
Muchísimos peros... y, sin embargo, este Oz de Sam Raimi que comienza en blanco y negro con formato antiguo (quizá lo mejor de la película, el prólogo) hasta que llegan al mundo de fantasía y la pantalla se ensancha y se satura de colores.
¿Cómo llegó Oz a la Ciudad Esmeralda y un mago de feria se convirtió en el respetado y temido Mago de Oz? es lo que se pregunta Sam Raimi en la precuela, de la que disfrutaran los fans con algunos detallitos que nos remiten al original.
James Franco como Oz (ver esta película y después Springs Breaker) y Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams como las brujas. Sam Raimi no rodará nada tan divertido como sus Posesión Infernal y su gore humor. Ni una obra maestra como Un plan sencillo. Desde Spiderman hay más ingenio (disfrutable) que auténticos hallazgos en su obra.
No es Blancanieves y la leyenda del cazador; ni Hansel y Gretel, cazadores de brujas, ni la Alicia de Tim Burton, ni... lo cual es de agradecer. Pero quien busque una adaptación diferente: los dos Freeway (aquí mi reseña sobre Freeway); la checa del 88 Alice (Neco z Alenky) o la porno Malice in Lalaland de la actriz Sasha Grey que ha pasado al cine convencional, a la que en la Revista Replicante defienn como una estrella porno intelectual (esperando impaciente su próxima película con Vigalondo).
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