lunes, 13 de abril de 2009

Lenguas e identidad: el caso español

Noam Chomsky
Nos hemos acostumbrado a escuchar a escritores o políticos decir que un idioma u otro no tienen igual valor. No sólo eso, sino que hablar una lengua lleva aparejado una visión del mundo radicalmente diferente a la que tiene el hablante de otra. Sin embargo, el lingüista Noam Chomsky demostró que todas las lenguas comparten una Gramática Universal. En todas las lenguas existen, por ejemplo, las relaciones gramaticales, aunque hay muchas maneras de marcarlas. Pero lo más importante es que todas son sistemas de selección y combinación. Sirven para lo mismo: comunicarse, conocer, pensar, transmitir.... En contra de esta idea se aducen ejemplos: en las relaciones internacionales, el idioma más utilizado es el francés, mientras que en las tecnologías resulta ser el inglés. Pero la razón es evidente: cuando se crea la diplomacia moderna, Francia estaba en la cúspide de su poder militar y su influencia cultural, mientras que si son los anglosajones los pueblos que más innovan en tecnología, es normal que decidan qué nombres ponerles a sus inventos.


Fueron los románticos europeos, principalmente los alemanes, quienes exaltaron las diferencias lingüísticas hasta convertirlas en creadoras de un espíritu nacional y propio de cada pueblo, con unas propiedades distintivas: es lo que se ha llamado genio de las lenguas. Respecto al castellano, es en la actualidad Alex Grijelmo quien más ha hecho por popularizar el término. Cuando escuchamos a alguien hablar de una visión catalana del mundo, significar que por hablar catalán ves el mundo de distinta manera. Y se pone otro ejemplo de la actualidad: el esquimal conoce una docena de maneras de llamar a la nieve. Pero bien mirado, en castellano también hay varias maneras de distinguir la nieve. Y, por otro lado, no resulta tan extraño que un esquimal distinga más tipos de nieve que un murciano, que la ve una vez al año.
La lengua es el instrumento imprescindible para expresar el pensamiento, pero éste la antecede. En principio, la lengua es políticamente neutral: ni sexista, ni racista, sólo el sentido que queramos darle. Esto no significa que al escuchar un determinado acento regional o modos de hablar de determinados colectivos seamos neutrales. Un experimento, en cierto sentido sobrecogedor, se realizó en Estados Unidos. A niños blancos o negros les daba a escoger una caja que contenía un regalo. Ellos no veían quién se la daba, pero escuchaban su voz. La mayoría de los niños blancos escogió cajas de voces blancas, y al contrario. Y, aquí viene lo más interesante, los niños negros escogieron cajas de voces negras a pesar de que creían que el regalo de la caja con la voz blanca sería mejor.
Jordi Pujol
Las lenguas son vehículos de convivencia, no de enfrentamiento. Parece que el castellano, en su origen, era un latín vasconizado. Conforme avanzaba la Reconquista, se convirtió en una lengua de desarraigados, de los que vivían en frontera, por eso muy pronto fue tomando préstamos del gallego y del catalán. Por eso, a su vez, pronto se convirtió en lengua franca de la Península. No fue una lengua impuesta, como lo que se conoce ahora como el italiano o el alemán. Estas dos naciones, creadas en el siglo XIX, en realidad fueron el resultado de la imposición de Prusia y el Piamonte sobre el resto de estados germánicos y de la península italiana. En Sicilia, por ejemplo, la mayoría de la población hablaba sardo. En España, hasta la llegada de Franco, ningún gobernante ejecutó de manera sistemática y totalizadora la idea de la lengua muñidora de la patria. Hubo presión, pero tampoco se consiguió mucho por esa vía. Los decretos de Nueva Planta de 1713 consiguieron que ciertos documentos de la administración catalana se tradujeran al castellano, pero no mucho más. Fue la Ley Moyano en 1857 la primera en decir que la educación obligatoria en castellano. Pero si a principios del siglo XX el 60% de los españoles era analfabeto, mal podía tener éxito una castellanización impuesta.
Menéndez Pelayo
Ni los ultraconservadores como el católico Menéndez Pelayo consideraban la lengua como una de las glorias de España. Y tuvo que ser ya en el siglo XX la Institución Libre de Enseñanza y los liberales quienes insistieran en la educación en castellano. En Cataluña, en cambio, ocurrió lo contrario: mientras que la CNT, el mayor sindicato obrero que jamás ha existido en Cataluña, no veía ninguna necesidad de reivindicar el catalán; la alta burguesía, reaccionaria y católica, unida en un partido llamado la Lliga comienza a reivindicar el catalán como única lengua de Cataluña (estamos en el año 1888). Curiosamente, fueron las Cortes Constituyente republicanas de 1931 las primeras en decretar por ley el carácter oficial del castellano para toda España. Antes no existía nada parecido. Sí en temas de educación: la citada Ley Moyano, otra posterior de Romanones. Sin embargo, en cuanto a la lengua, el Estatuto finalmente redactado en Cataluña era más integrador que el actual: reconocia la paridad de las dos lenguas allí y el castellano como la lengua de entendimiento entre la administración catalana y las distintas administraciones del Estado.
Luego llegó el franquismo y la represión a los hablantes de las otras lenguas peninsulares. Pero, como recientemente ha escrito en sus memorias Alfonso Guerra, en la Transición se impuso un pacto de silencio que impidió que los que habían sido represaliados por sus ideas democráticas contaran sus experiencias. Sin embargo, de ese pacto de silencio decidieron excluirse los agraviados por su condición nacionalista. Así que tras tantos años de escucharlos lamentarse del franquismo, uno puede tener la impresión de que los únicos que en España lo pasaron mal fueron ellos. Jordi Pujol decía el 4 de julio del 2000: "Cuando una minoría consigue culpabilizar a la mayoría, a partir de ahí la minoría puede hacer lo que le venga en gana";. Si vemos encuestas de Cataluña, por ejemplo, la encuesta de la Región de Barcelona 2000, realizada por Salvador Giner, descubrimos que las clases altas y medias altas en su mayoría son catalanohablantes, mientras que los obreros lo son castellanohablantes. En el informe Pisa del 2003, un informe europeo referido a la educación, a parte de situar a España entre los países con peor educación, advierte que en Cataluña el fracaso escolar entre los que hablan castellano en su casa pero tienen la educación en catalán es del 42%. Por tanto, los futuros cargos de mando de la nación catalana hablarán catalán y probablemente serán hijos de quienes ahora manda. Porque como dijo el historiado Eric Hobsbawn las naciones son artefactos inventados; para ocultar las clases sociales, que sí son reales. 

PD. Recomiendo (en este artículo se recogen muchas de sus ideas) Lenguas en guerra, con el que Irene Lozano ganó el Premio Espasa de ensayo. Si les gusta, continúen con Lecciones para un inconformista aturdido en tres horas y cuarto por un ensayista inexperto y sin papeles.
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2 comentarios:

alf dijo...

Hola, yo soy gallego y aquí en mi tierra ocurre lo contrario que en Cataluña, el pueblo labriego y marinero, en Galicia apenas hay industria, siempre utilizó el gallego, lengua propia y natural de Galicia, en cambio el comercio y la administración, aparte de la educación, utiliza el castellano, aunque el pueblo históricamente hable gallego, todo lo cual tiene un tinte claramente clasista y provinciano, con la llegada de la democracia también llega el gallego a la administración y la educación...pero tendrá el pueblo galaico la voluntad de engancharse de nuevo a su lengua natural? lo veremos con las próximas generaciones. Ata logo!

Unknown dijo...

Hola. He leído como tu dices que tanto en Galicia como en el País Vasco el gallego y el eusquera eran de pueblo mientras que las clases altas y la burguesía eran de castellano. Desconozco el caso gallego, pero hace unos años empresarios vascos criticaron la ampliación del eusquera a los negocios porque no les reportaba beneficios, como sí a los empresarios catalanes eluso del catalán.
Si hay buenos músicos (ahora estoy enganchado con Emilio Jose), novelistas, una televisión con programas y series de calidad no solamente lo conocerán y hablarán casi todos los gallegos, sino que se seguirá con interés en el resto de España, como ocurre cada vez más con la música en catalán. Un saludo