martes, 2 de noviembre de 2010

España vista por un chileno: ¿nos estamos pareciendo cada vez más a la América Latina?

Durante un tiempo, los vicios y defectos de los españoles eran heredados por las colonias (o así se veía, en realidad se trato de procesos casi paralelos): nuestros pronunciamientos del XIX, no tan diferentes del caudillismo en Latinoamérica; nuestro machismo y el rancio honor del que son deudores más que níngún pueblo el mexicano; nuestro franquismo, no tan distante de los populismo de la América, aunque en este caso las dictaduras fueran peronista y del PRI. Incluso la muerte de Kichner y el profundo asco para un pueblo, el argentino (hasta los años 30 una de las diez economías del mundo), que todavía necesita mitos (algunos, genios, como Maradona, Fangio o Gardel; otros, simplemente esperpénticos, como Evita o el Kichner éste), aunque recuerdo imágenes de españoles llorosos o coléricos contra los enemigos imaginarios de España en las concentraciones organizadas desde arriba.
Sin embargo, en el siglo XX, los más inteligentes entre los españoles se dieron cuenta de que fuera de Europa España estaba destinada a sumirse en la más absoluta mediocridad como nación, que las fronteras son un hecho histórico casi inamovible pero que hay más cosas que nos unen que las que nos separan. En América Latina, por desgracia, en el siglo XX se continuó con el proceso de disgregación del continente que había empezado con la división virreinal y la de los Libertadores. Un proceso que ha creado naciones inviables y las que no lo son tampoco pueden aprovechar todo su potencial: en algunos casos como Colombia o Venezuela, ricas en recursos, deben invertir fuera de toda lógica en Defensa.
No muy distinto de la experiencia sudamericana es la de la España de los independentismos. Carlos Franz, un escritor chileno, ha escrito en El País Nacionalistas, vayan y vean (ya no son solamente los británicos quienes nos dicen lo inviable de nuestra deriva independentista): "En 2003, los nacional-indigenistas bolivianos, liderados por Evo Morales, lograban mantener en el subsuelo el gas que podrían haber vendido a California con tal de que el gasoducto no pasara por Chile. El gas en el suelo y el pueblo en la miseria. El nacionalismo no solo supedita a la razón; también puede más que el hambre. La Constitución mexicana instaura el nacionalismo petrolero, mientras el país avanza como un suicida hacia el agotamiento de sus reservas [...] Muchos latinoamericanos, viviendo fuera, hemos actualizado la repulsión por el nacionalismo al comprobar la irrelevancia mundial de nuestras veintitantas naciones desunidas. [...] ETA rompió su penúltima "tregua" en 2006 matando a dos ecuatorianos. Hubo una paradoja absurda en esos hechos trágicos. Los nacionalistas violentos, en su afán por inventarse un pequeño Estado, asesinaron a dos emigrantes escapados de los fracasos de una pequeña nación. Un país, como otros en Latinoamérica, entristecido por nacionalistas seguros de que amar a su patria consiste en odiar la de sus tres vecinos. [...] No es extraño que Barcelona ya no sea la capital literaria de Latinoamérica que una vez fue".

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