En la década de los 50, un joven
milanés, de oficio relojero, renovó la música en Italia. Tenía swing. Parodiaba a Jerry Lewis, imitaba además
a Little Richard y Elvis Presley; y con su Buonasera signorina alcanzó el número seis en las listas y pronto su voz fue la del
cambio generacional. Canciones como TeddyGirl, Movimento di Rock … fueron
la banda sonora de aquellos que nada tenían que ver con sus padres. En el 61 puso una pica en Flandes, en el
Festival de San Remo, cuando se presentó con 24.000 baci.
Pero a mediados de los 60 el
joven Celentano vira a la derecha en sus ideas: en Siamo la coppia piu bella del mondo critica el divorcio y, un año
después de la mítica Azzurro, de
nuevo en San Remo enfurece a feministas y sindicalistas con Chi non lavora non fa l’amore; de ahí a la RAI en 1987 con su propio programa, en el
que pedía a los telespectadores que escribieran eslogan contra la caza o el
hambre en las papeletas electorales. En Italia no estaba permitido hacer propaganda
del voto nulo o la abstención ni, mucho menos, posicionarse contra el aborto en
vísperas del debate parlamentario de la ley (poco faltó para que fuera a la
cárcel).
Y, sin embargo, Adriano Celentano
es una gloria para Italia: te llames Saviano o Berlusconi. Pero en España aún
confundimos valía con ideología y, en las legislaturas de Zapatero, escritores,
músicos, cineastas… han sido despreciados por sus afinidades con el PSOE.
«Artistas de la ceja», les espetaban.
Rajoy tendrá sus «intelectuales de cabecera» y se respirará mejor en
este país si los vencidos de hoy no dedican sus energías al vituperio.
Por lo demás, regálense el disco Cinco años de Rock y Amore, monten una
fiesta la madrugada del 19, discutan de lo importante: si hubiera sido rocker o
mod; si le vuelve loco el peinado de la Seberg en Al
final de la escapada; si la tapa después del voto en tu pueblo o en el vecino…
La vida, breve, no debería
desperdiciarse en políticos o política.
Adriano Celentano en San Remo en 1961
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