Recuerdo que Fernando Sánchez Dragó en uno de los más de doscientos programas (a 12.000 euros cada uno) que realizó para Canal 9 con el título de El Faro de Alejandría distinguía entre viajeros y turistas. Él,
por supuesto, pertenecía a la ilustre estirpe de los primeros y despreciaba al turista y la democratización de los viajes.
por supuesto, pertenecía a la ilustre estirpe de los primeros y despreciaba al turista y la democratización de los viajes.
Se ve a sí mismo (igual que en el siglo XIX los jóvenes de la nobleza y la burguesía) realizando el grand tour que recomendara en 1670 el viajero jesuita Richard Lassels mientras el resto nos alojamos en “hoteles con pulsera”. Actitud condescendiente (que va que ni pintada para que seas víctima de un secuestro exprés mientras paseas por la selva colombiana) que, serán los años, compartí por unos momentos este domingo por Las Fuentes del Marqués abarrotada de domingueros. Aunque como a nosotros nos llevaban de niños a la Asamblea Regional, a los cartageneros los traían a visitar Caravaca, eran Las Fuentes, a pequeña escala, nuestra playa virgen, nuestra montaña por conquistar.
Ya no.
Este domingo, cualquier festivo, te encuentras los caminos que conducen a este paraje repletos de coches aparcados de cualquier manera que un atropello pronto será inevitable –y dudo que donde aparcan esté permitido-; los adultos, con sus perros y sus niños, sin correa –y dudo que esté permitido llevarlos sueltos, por lo menos a los animales-; la gran familia española con los táper y la música –lo segundo no sé si está prohibido; lo primero resulta antiestético-. Y los fotógrafos, aficionados “niña, coge unas hojas secas y lánzalas al aire mientras sonríes que voy a plasmar el otoño” o profesionales –este verano una pareja apuntito de precipitarse al matrimonio chapoteaba en el agua: y me parece que tampoco está permitido-.
¿Había policía? Yo no la vi, pero tal vez como las brujas “haberlas, haylas”.
Las Fuentes del Marques se han convertido 365 días al año en Las Fuentes del Marqués en el día de la Romería de los caballistas.
Hubo un alcalde, del que sus amigos y admiradores, recordaban como su mayor logro la adquisición de las Fuentes del Marqués para los caravaqueños. Con esta marabunta –un recuerdo para la bellísima Eleanor Parker que murió esta semana- poco les quedará por disfrutarla. El sábado me hizo el firme propósito de no volver a catarlas, pero recordé que no me embolso lo que Dragó. Así que las frecuentaré hasta después de que se lleven su agua a Murcia y ya no vengan los turistas de la capital.
Ya no.
Este domingo, cualquier festivo, te encuentras los caminos que conducen a este paraje repletos de coches aparcados de cualquier manera que un atropello pronto será inevitable –y dudo que donde aparcan esté permitido-; los adultos, con sus perros y sus niños, sin correa –y dudo que esté permitido llevarlos sueltos, por lo menos a los animales-; la gran familia española con los táper y la música –lo segundo no sé si está prohibido; lo primero resulta antiestético-. Y los fotógrafos, aficionados “niña, coge unas hojas secas y lánzalas al aire mientras sonríes que voy a plasmar el otoño” o profesionales –este verano una pareja apuntito de precipitarse al matrimonio chapoteaba en el agua: y me parece que tampoco está permitido-.
¿Había policía? Yo no la vi, pero tal vez como las brujas “haberlas, haylas”.
Las Fuentes del Marques se han convertido 365 días al año en Las Fuentes del Marqués en el día de la Romería de los caballistas.
Hubo un alcalde, del que sus amigos y admiradores, recordaban como su mayor logro la adquisición de las Fuentes del Marqués para los caravaqueños. Con esta marabunta –un recuerdo para la bellísima Eleanor Parker que murió esta semana- poco les quedará por disfrutarla. El sábado me hizo el firme propósito de no volver a catarlas, pero recordé que no me embolso lo que Dragó. Así que las frecuentaré hasta después de que se lleven su agua a Murcia y ya no vengan los turistas de la capital.
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