sábado, 7 de junio de 2014

Ocho apellidos vascos: humor más propio de televisión que de cine

Veo Ocho apellidos vascos y, mientras la veo, no puedo evitar tener presente durante toda la proyección que es la película española más taquillera de la historia.
La veo y me pregunto por su éxito, que debe estar relacionado más con el alivio que supone el final del terrorismo etarra que con sus virtudes -que las tiene-cinematográficas. Sin embargo, no es una comedia sobre ETA (solo esa viuda de un guardia civil ¿asesinado?), sino sobre los tópicos que asociamos a vascos y andaluces.

A pesar de que la dirige un buen director como Emilio Martínez-Lázaro (Los peores años de nuestra vida, Carretera secundaria...) parece más una serie de televisión que una película. No se nota la mano del director, en parte porque en la película no paran de hablar, de escupir bromas a las que solo le faltan las risas enlatada para tener un 7 vidas cualquiera. Esa necesidad de cubrir la totalidad de la película de gracietas cansa: admiro a Borja Cobeaga, pero ni él ni un Billy Wilder es capaz de llenar de chistes los cerca de cien minutos que suelen durar las películas. 
¿Pero ni un gag visual ni una situación dramática que recordar? Tan solo, y casi exclusivamente, los monólogos de Dani Rovira y el buen hacer de Carmen Machi y Karra Elejalde. Con los secundarios no ha estado el director tan acertado en el casting. Y todos sobreactúan. Secundarios y principales: un pasado monologuista o esa televisión española donde se chilla más que se habla. Clara Lago me ha tocado, como me tocó Inma Cuesta en Tres bodas de más, aunque ésta última parece mejor cómica, una payasa de las que marcan época. 
Probablemente no sea demérito del director; probablemente el público que ha acudido en masa a las salas de cine fuese lo que demandase. Otra cuestión es la de su vida comercial fuera de España: esta película con sus tópicos entre andaluces y vascos no es exportable, aunque sí adaptable.
La disfruté, pero más me entretuve pensando en qué nos hace movernos del sillón: por qué ésta sí y, por ejemplo, Extraterrestre de Vigalondo no.


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