viernes, 5 de junio de 2015

Casandras caravaqueñas

Casandra
Casandra, sacerdotisa del dios Apolo, accedió a acostarse con él si éste le concedía el don de la adivinación; al rechazarlo añadió al don una maldición: nadie creería en sus palabras. Y se burlaron de ella cuando alertó a los troyanos sobre el caballo trampa.



Algo así les pasó a los representantes del Partido Socialista en Caravaca, no que no accediesen a acostarse con el dios, cada uno en su cama y éste en la de todos... pero sí en lo de creerlos: el Roblecillo, el auditorio (aún recuerdo en alguna rueda de prensa a Jesús López, casi exasperado delante de los planos temiendo que no comprendiésemos en su totalidad lo que supondría para el paisaje urbano de la ciudad y su casco antiguo si se construyese ese auditorio creado con la intención de que padres y madres del alumnado del Cervantes tuvieran donde celebrar las fiestas de fin de curso y de Navidad).
En el caso de Caravaca Jubilar no fue Jesús López, sino Alfonso Sánchez el que cerraba una nota sobre la empresa gestionada en sus años gloriosos por Juan Rigabert así: "En resumen, las cifras que se nos han presentado conducen a que de un presupuesto, por balance negativo anual, de unos 1,5 millones de euros de media, del todo inasumible para el Ayuntamiento, tendría que llegarse en el futuro a un presupuesto 450.000 €, es decir, a menos de la tercera parte. Por lo que tenemos que concluir que si se va a poder funcionar con este presupuesto, y cualquier ciudadano lo pensará, es por que antes se estaba despilfarrando un dineral o bien lo contrario, con esto no se puede funcionar y esto en inviable".
Algunos -muy pocos- advirtieron durante cuatro legislaturas que el rey estaba desnudo como en la fábula "el traje nuevo del emperador", y, en lugar de reírnos de ese rey envanecido y envalentonado, pero al fin y al cabo desnudo y exhibiendo sus vergüenzas (¿o habría que decir con más propiedad "sus desvergüenzas"?) lo hicimos del niño. 
Guido y Luigi Farabutto así se llamaban los farsantes que engañaron al rey, o más bien con la complicidad de éste, engañaron a la gran mayoría. En la actualidad trabajarían de concejales o de portavoces.
A la sociedad apenas le interesó, tanto dinero público adormecía conciencias, los periodistas dábamos el mismo valor a la palabra de que mentir que la del que desvelaba la mentira. No buscábamos una tercera opinión informada e independiente. Con situar una encima de otra las notas de los políticos bastaba. Se nos olvidó una de aquellas funciones que asignaba el gran Kapuscinski a la prensa (cita recuperada en un reciente artículo por el director de El Mundo): ""El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse."


dd
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