jueves, 7 de abril de 2016

Ponerle rostro al infractor


 ¿Deberíamos ponerle  rostro, nombre y apellidos a aquellos que están afectando la convivencia en nuestra ciudad?
En el Parada, junto a los obituarios, la cara de quien ha pintarrajeado la pared del instituto; a la entrada de la ciudad, en lugar del castizo “Welcome to Caravaca”, la de aquellos que tras el botelleo han dejado el parque lleno de los restos de la farra…. a toda página en este semanario aquel cuya mascota ha ensuciado mi calle (la suya no sé, pero la mía, la Cartagena, a primera hora de la mañana parece el inodoro de todos los perros de la ciudad).
 Pregunto a la abogada Mª Cruz López  si la Ley lo permite, y me responde que no, que es una sanción administrativa notificada individualmente. Nada de escarnio público, por tanto, tan solo las sanciones que dicten las ordenanzas municipales, que haberlas haylas, doy fe. No puedo darla, sin embargo, sobre si se aplican con severidad o de manera laxa, arbitrariamente o a todo hijo de vecino por igual.
Tampoco si en 2015 aumentó el número de infractores o, si por el contrario, surten efecto campañas como la que de pasada he escuchado en la radio para concienciar a los dueños de perros y gatos a que recojan las heces de sus animales en los parques (además de para mantener los espacios públicos limpios) para evitar enfermedades, que pueden poner en riesgo la salud de los adultos y sobre todo de los niños.
Concienciar sobre la importancia de una ciudad limpia y también sobre el encarecimiento de los servicios de recogida. Pero aún más importante conocer que, como en Bullas, saltarse una ordenanza puede suponer multa de hasta 12.000 euros. Y tener saber que se vigila para que las leyes se cumplan. Que las sanciones se aplican.
Y si las autoridades no pueden ponerle el rostro al infractor que lo hagan nuestros Assanges o Snowdens  caravaqueños. Justicieros que avergüencen a los que nos avergüenzan.



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