¿Deberíamos
ponerle rostro, nombre y apellidos a
aquellos que están afectando la convivencia en nuestra ciudad?
En el Parada,
junto a los obituarios, la cara de quien ha pintarrajeado la pared del
instituto; a la entrada de la ciudad, en lugar del castizo “Welcome to
Caravaca”, la de aquellos que tras el botelleo han dejado el parque lleno de
los restos de la farra…. a toda página en este semanario aquel cuya mascota ha
ensuciado mi calle (la suya no sé, pero la mía, la Cartagena, a primera
hora de la mañana parece el inodoro de todos los perros de la ciudad).
Pregunto a la
abogada Mª Cruz López si la Ley lo permite, y me responde
que no, que es una sanción administrativa notificada individualmente. Nada de
escarnio público, por tanto, tan solo las sanciones que dicten las ordenanzas
municipales, que haberlas haylas, doy fe. No puedo darla, sin embargo, sobre si
se aplican con severidad o de manera laxa, arbitrariamente o a todo hijo de
vecino por igual.
Tampoco si en
2015 aumentó el número de infractores o, si por el contrario, surten efecto
campañas como la que de pasada he escuchado en la radio para concienciar a los
dueños de perros y gatos a que recojan
las heces de sus animales en los parques (además de para mantener los espacios
públicos limpios) para evitar enfermedades, que pueden poner en riesgo la salud
de los adultos y sobre todo de los niños.
Concienciar
sobre la importancia de una ciudad limpia y también sobre el encarecimiento de
los servicios de recogida. Pero aún más importante conocer que, como en Bullas,
saltarse una ordenanza puede suponer multa de hasta 12.000 euros. Y tener saber que
se vigila para que las leyes se cumplan. Que las sanciones se aplican.
Y si las
autoridades no pueden ponerle el rostro al infractor que lo hagan nuestros
Assanges o Snowdens caravaqueños.
Justicieros que avergüencen a los que nos avergüenzan.
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