Laurence Rees (Auschwitz: los nazis y la solución final) publica en la edición de abril de Claves de Razón Práctica un artículo explicando la matanza soviética de aproximadamente veinte mil polacos en Katyn. Es un hecho conocido por los familiarizados en la II Guerra Mundial y utilizado en ocasiones por los llamados historiadores revisionistas para jugar a un juego de tú peor entre nazis y comunistas.
A continuación resumimos el artículo de Laurence Rees:
El 17 de septiembre de 1939 los soviéticos invaden una parte de Polonia en virtud al acuerdo secreto que llegan con la Alemania Nazi. Concentran a oficiales polacos, sobre todo, y clases dirigentes del país (la llamada intelectualidad) para conocer cuáles de ellos podían ser fieles aliados de los comunistas. Solamente cuatrocientos de ellos se ofrecieron a colaborar y el 5 de marzo de 1940 Stalin dio la orden de asesinar a los oficiales en los bosques de Katyn, además de en Kalinin y Járkov. Asimismo deportaron a los familiares a la Unión Soviética (trescientos mil o sesenta mil, según qué historiador dé las cifras). Un par de meses más tarde ya se sabía en Occidente, por lo menos las deportaciones aparecen en prensa norteamericana e inglesa. De las masacres se sabrá en abril de 1943 cuando Radio Berlin lo ponga en conocimiento del público. Los nazis, rápidamente, montan una campaña para desacreditar a los soviéticos e invitan a varios expertos al bosque de Katyn, aunque excepto uno todos pertenecen a la órbita alemana. Pero también un diplomático inglés manda un memorando, que leen entre otros Eden y Churchill, y que deja en tan mal lugar a los nuevos aliados (los soviéticos) que los ingleses deciden no hacerlo público. Aunque mandan el 13 de agosto a Roosevelt una copia que no suscitó en este ningún tipo de comentario. Los polacos, como sucederá una vez concluida la II Guerra Mundial, serán olvidados por unos intereses superiores. Incluso su actitud de querer conocer llega a molestar a Churchill. Una vez los soviéticos liberan Polonia (lo de liberar es un decir) acusan a los nazis de haber cometido los asesinatos en verano de 1941 y, en enero de 1944, llaman a sus expertos para que reescriban la historia. Intentan además que en Nuremberg se juzgue a los alemanes también por Katyn pero las pruebas son tan endebles que no prospera esta acusación. Es más, N. D. Zoria, un ayudante soviético del fiscal que debería ser recordado por su integridad, manifiesta serias dudas sobre la versión de su propio bando y aparece muerto el 23 de mayo de 1946. ¿Asesinato? ¿Suicidio? Nadie lo sabe.
Debemos a Miajíl Gorbachov la decisión de hacer público lo que ocurrió en Katyn (por lo menos para el público soviético porque los Occidentales menos afectados por la propaganda comunista ya lo sabían), aunque, a pesar de estar todavía vivos en los años 90 algunos de los verdugos, no se actuó, ni de modo simbólico, contra ellos.
PD. El director polaco Wajda la llevó a la gran pantalla en 2007, optando al Oscar a la mejor película de habla no ingles.
A continuación resumimos el artículo de Laurence Rees:
El 17 de septiembre de 1939 los soviéticos invaden una parte de Polonia en virtud al acuerdo secreto que llegan con la Alemania Nazi. Concentran a oficiales polacos, sobre todo, y clases dirigentes del país (la llamada intelectualidad) para conocer cuáles de ellos podían ser fieles aliados de los comunistas. Solamente cuatrocientos de ellos se ofrecieron a colaborar y el 5 de marzo de 1940 Stalin dio la orden de asesinar a los oficiales en los bosques de Katyn, además de en Kalinin y Járkov. Asimismo deportaron a los familiares a la Unión Soviética (trescientos mil o sesenta mil, según qué historiador dé las cifras). Un par de meses más tarde ya se sabía en Occidente, por lo menos las deportaciones aparecen en prensa norteamericana e inglesa. De las masacres se sabrá en abril de 1943 cuando Radio Berlin lo ponga en conocimiento del público. Los nazis, rápidamente, montan una campaña para desacreditar a los soviéticos e invitan a varios expertos al bosque de Katyn, aunque excepto uno todos pertenecen a la órbita alemana. Pero también un diplomático inglés manda un memorando, que leen entre otros Eden y Churchill, y que deja en tan mal lugar a los nuevos aliados (los soviéticos) que los ingleses deciden no hacerlo público. Aunque mandan el 13 de agosto a Roosevelt una copia que no suscitó en este ningún tipo de comentario. Los polacos, como sucederá una vez concluida la II Guerra Mundial, serán olvidados por unos intereses superiores. Incluso su actitud de querer conocer llega a molestar a Churchill. Una vez los soviéticos liberan Polonia (lo de liberar es un decir) acusan a los nazis de haber cometido los asesinatos en verano de 1941 y, en enero de 1944, llaman a sus expertos para que reescriban la historia. Intentan además que en Nuremberg se juzgue a los alemanes también por Katyn pero las pruebas son tan endebles que no prospera esta acusación. Es más, N. D. Zoria, un ayudante soviético del fiscal que debería ser recordado por su integridad, manifiesta serias dudas sobre la versión de su propio bando y aparece muerto el 23 de mayo de 1946. ¿Asesinato? ¿Suicidio? Nadie lo sabe.
Debemos a Miajíl Gorbachov la decisión de hacer público lo que ocurrió en Katyn (por lo menos para el público soviético porque los Occidentales menos afectados por la propaganda comunista ya lo sabían), aunque, a pesar de estar todavía vivos en los años 90 algunos de los verdugos, no se actuó, ni de modo simbólico, contra ellos.
PD. El director polaco Wajda la llevó a la gran pantalla en 2007, optando al Oscar a la mejor película de habla no ingles.
0 comentarios:
Publicar un comentario