José Luis Garci, en su añorado Qué grande es el cine (a pesar de las películas dobladas y alguna copia impresentable) señalaba como los tres grandes del cine norteamericano a Ford, Hawks y Walsh. Yo le añadiría Willer y Mankiewicz y la aportación europea de Wilder, Hitchcock y Lang (y como debilidad Nicholas Ray).
En comparación a la mayoría de estos autores, sobre todo de Hawks y Ford, el cine de Raoul Walsh no se ha convertido en objeto de mitificación. Tal vez Los violentos años 20, Objetivo Birmania y, sobre todo, el inmortal final de Al rojo vivo y al incestuoso Cagney gritando: «Lo conseguí, mamá, estoy en la cima del mundo».
En comparación a la mayoría de estos autores, sobre todo de Hawks y Ford, el cine de Raoul Walsh no se ha convertido en objeto de mitificación. Tal vez Los violentos años 20, Objetivo Birmania y, sobre todo, el inmortal final de Al rojo vivo y al incestuoso Cagney gritando: «Lo conseguí, mamá, estoy en la cima del mundo».
Pero Walsh ha hecho cine bélico, de aventuras, negro y también western como La gran jornada (para algunos críticos la mayoría de los hallazgos de La diligencia de Ford se encuentran en esta película), Rebelión en el fuerte y su testamento cinematográfico Una trompeta lejana cuyo único problema es que Troy Donahue era un actor guapo pero limitado.
Pursued es un western sicológico, freudiano, determinista desde su comienzo en flash back aunque el final no sea al que parece conducir la narración. Y la presencia de Robert Mitchum que lo vuelve oscuro. Y ese contraste con la virginal Teresa Wright. Turbio como su mirada. Acentuado por el blanco y negro de James Wong Howe, de la mejor fotografía de western, comparable a la de Sangre en la luna, otra obra maestra bastante desconocida de Mitchum.
En España es costumbre de hablar de un Hitchcock menor para referirnos a gran parte de su obra, pura comodidad, como el titular yo este Pursued, como una pequeña joya. Entre la filmografía de los grandes no hay obras mayores o menores, solo el día adecuado para verlas.
1 comentarios:
Decir Raoul Walsh es decir seguridad, sentarte frente a la pantalla y estar convencido de que vas a ver algo sólido, con oficio. Como escoger al azar un disco de Bach, una sonata para piano de Beethoven, o ir a comer a Casa Lucio. Inolvidables sus películas de aventuras (el mundo en sus manos, el hidalgo de los mares), y fascinantes sus incursiones en el cine negro. Mis favoritas: la pasión ciega y el último refugio, ambas con Ida Lupino.
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