Retrato de la Baronesa Betty de Rothschild |
En España nuestros abuelos decían "rico como un Romanones"; y Valle Inclán en Luces de Bohemia lo satirizaba por avaricioso. La expresión "rico como un Romanones" es un pálido reflejo del "ser rico como un Rothschild" que en este gran patio de vecinos que es Internet aún se encuentra a menudo en páginas y páginas dedicadas a la teoría de la conspiración: si los Rothschild acabaron con los Romanov, si antes tuvieron la culpa de la derrota de Napoleón en Waterloo (lo cierto es que su excelente sistema de comunicaciones hizo que conocieran antes que sus competidores la noticia), si Georges Pompidou, que trabajoópara ellos, fue su hombre en el Eliseo, si en la actualidad...
Herbert Lottman escribió un libro, Rothschild: historia de una dinastía, desde los orígenes de la dinastía hasta la actualidad, aunque centrándose en la rama francesa de la familia y no en la inglesa, la que llegó a ser la más importante. Mayer Amschel, que nació en el gueto de Frankfurt en 1744, fue el fundador de la dinastía, a los 25 años ya era el hombre de confianza de los príncipes de Hesse, aunque es con sus hijos con quien realmente Herbert Lottmann comienza su historia: el momento de mayor esplendor en el siglo XIX; el antisemitismo moderno, más de izquierdas, y el caso Dreyfus (con el que la mayoría de los libelos antijudíos asociaban a los Rothschild, aunque ellos temieran más que Dreyfus se convirtiera en una excusa para mayores ataques a los judíos franceses); Palestina y los Rothschild (aunque no fueran favorables en el comienzo de la emigración a un Estado propio y se enfrentaran a Herzl); su función de coleccionistas de arte (están reconocidos entre los mayores donantes a los museos franceses); Goering y el saqueo de esas propiedades artísticas (incluido El astrónomo de Vermeer y el retrato de la Baronesa Betty de Ingres), el funcionamiento de la Casa Rothschild desde la derrota nazi hasta la nacionalización de Mitterrand...
Le falta a Herbert Lottman la ambición de tratar todas las ramas de la familia e, incluso, explicar con detalles el nacimiento de la banca moderna tomándolos como ejemplo (sí diferencia a los Rothschild de banqueros posteriores; señala ventajas y desventajas; escribe sobre su posesión de ferrocarriles, entre ellos los de España, y de minerales...) y, por otro lado, faltan anécdotas (no la carroña de la prensa antisemita de la que sí da suficientes pruebas, como las caricaturas que ilustran Historia de una dinastía), por ejemplo, en el plano sentimental, esa hija bastarda, Almina Herbert, que llegó a ser condesa de Carnavon y, en parte, a inspirar la serie de televisión Downton Abbey, como cuenta su descendiente, lady Fiona Carnavon en Lady Almina y la verdadera Downton Abbey. Quizá pesa lo que Herber Lottman bebe de los archivos de la familia y de los recuerdos de ésta.
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