Cierra la primera temporada de
la serie televisiva The Newsroom motejando el periodista McAvoy al Tea
Party de talibanes norteamericanos -aquí post anterior- (la segunda temporada finaliza como una
serie de Shonda Rhimes, Anatomía de
Grey, Scandal). Una frase que levantó polémica pero que consiguió su objetivo:
dio que hablar.
La realidad murciana, no tan interesante como la ficción de Aaron
Sorkin, nos ha deparado otro gran titular: “El Tea Party Murciano anida en las consejerías de Sanidad y Política Social”. Lo dio Pujante, el diputado de
IU-Verdes, del que desconozco si es fan de las series norteamericanas.
El Tea Party debe tomarse en serio porque ha demostrado su
capacidad de influir negativamente en la política de Estados Unidos: ha
convertido en su rehén al Partido Republicano, que no es capaz ya de ganar
elecciones, y a la vez puede paralizar la agenda de Obama. Pero es un partido
que pare a Michele Bachmann, capaz de asegurar que el Huracán Irene fue una
llamada de atención de dios a los políticos; Christine O'Donnell, famosa por abogar por la abstinencia sexual como
cura de muchos males, pide acabar con el aparato estatal; la cada vez más
olvidada Sarah Palin elogió la ignorancia como muestra de autenticidad; y suman
disparate tras disparate que en la cada vez menos educada Europa provocan
sonrojo. Aunque dado el batiburrillo de propuestas que presentaban han acordado
por lo menos presentar unas cuantas en común que principalmente se reducen a
“todo lo que huele a Obama es malo” y a partir de ahí que cada uno saque a
relucir sus mayores traumas: homosexualidad, creacionismo, cambio climático,
islamofobia...
Las
políticas privatizadoras del PP no tienen que ver con el Tea Party por mucho
que Pujante lograr un buen titular. Hunden sus raíces en Thatcher y Reagan, con
unas gotas del rancio nacionalcatolicismo español; parten de la consideración
de que no todos los hombres son iguales; en una idea de meritocracia que
resulta en una falacia porque si no todos parten del mismo punto de partida
difícilmente tendrán las mismas condiciones para llegar a la meta que e
propongan. Ojalá quienes nos gobiernan tuviesen un plan tan primario como el
del Tea Party, pero tropezones enormes como el de Wert lo han arreglado sus
propias Nuevas Generaciones, ya que afectaba fundamentalmente a quienes aún
tienen conciencia de clase media. Urge una respuesta por parte de la izquierda
real que no se limite a buscar un titular llamativo para encontrar su espacio en la
prensa.
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