Abel Ferrara sigue los pasos de un gangster desde el momento en que sale de la cárcel y regresa en una limousina a Nueva York: la mirada de Christopher Walken recorre los barrios donde los negros venden droga, los de las prostitutas de la calle, mientras, en un montaje paralelo, su banda asesina a los competidores que han aparecido mientras estaba entre rejas: italianos, chinos, colombianos...
Fascinante ese primer recorrido (la iluminación, la música clásica en contraste con el rap cuando se ve a su banda) por su ciudad que recuerda, incluso en el tono elegiaco a pesar de ser antes del 1S, al que hacía Edward Norton en La última noche de Spike Lee. El Rey de Nueva York (como lo bautiza la policía cuando comienza a coincidir en teatros y óperas con políticos y a pensar en construir un hospital), pero también un rey de la vieja escuela con las obligaciones de padrino que conlleva, que acabará enfrentado a la policía con métodos casi tan sucios como los suyos.
Fascinante ese primer recorrido (la iluminación, la música clásica en contraste con el rap cuando se ve a su banda) por su ciudad que recuerda, incluso en el tono elegiaco a pesar de ser antes del 1S, al que hacía Edward Norton en La última noche de Spike Lee. El Rey de Nueva York (como lo bautiza la policía cuando comienza a coincidir en teatros y óperas con políticos y a pensar en construir un hospital), pero también un rey de la vieja escuela con las obligaciones de padrino que conlleva, que acabará enfrentado a la policía con métodos casi tan sucios como los suyos.
David Caruso, Steve Buscemi, Laurence Fishburne, pero sobre todo un Christopher Walken que puede pasar de la broma paródica a la mirada glacial en una décima de segundo. Entre las mejores de Abel Ferrara, aunque no a la altura de El funeral, su obra maestra.
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