¿Y si no nos pareciéramos a nuestro padre? ¿Y si nuestro futuro, el mío, se asemejara a ese hombre desgreñado ya a las siete de la mañana, con la camiseta interior -los pañales, que dice mi madre- por fuera, el jersey verde, siempre un jersey verde (casi, una vez, amarillo huevo), ¿lo compraría una mujer ya muerta?, ¿una hija, una nuera que le señalara que muda ponerse cada día, pero la muda fuera siempre la misma?
Esa rutina, lo único que le queda, de echarse un poco de agua, que le aplasta el flequillo, pero no el escaso, encrespado, de la coronilla?
¿Me pareceré entonces a él? ¿Se vería así Hemingway en el espejo? ¿Compartimos, el vejete (no tan viejo, consumido) y yo algo además de esa impulsividad que lo lleva a abalanzarse sobre la tragaperras y a alejarse con el mismo impulso y a mí a pasear desquiciado por las calles, sin un segundo de pausa para tomar tranquilo un café? ¿Qué le echa al café del Gran Café el hombre del jersey verde? ¿Algo de alcohol? Ese recorrer la Gran Vía, desde el Kebab hasta el quiosco de la Isa; esas horas: las siete, las siete y media, las ocho es tan tarde para él como para mí. ¿Le habla alguien, él habla con alguien? No me he fijado. Solo en que temo parecerme a él más que a mi padre. Prestaré atención mañana o pasado. Un día desaparecerá y me lo encontraré su necrológica (más bien la invitación al convite, perdón, el entierro), esas que en Caravaca, donde nací y no sé si moriré, las colocan en unos sitios que pone algo así como Libre Expresión, bien, en mi pueblo, en Caravaca, libre expresarse es colocar la hora del tanatorio y el nombre del muerto que siempre suele ser hijo o nieto de alguien...
Me pareceré a este de la impulsividad tragaperras, o a ese otro que vive en un parque la jornada completa pero no le da de comer a las palomas. Ese otro con otra impulsividad. Una agresividad en la mirada que recuerda a una navaja abriéndose y cerrándose. Y el ruido del abrir y cerrar.
¿Le dirá el espejo al primer viejo de verde y al segundo, no tan viejo, parado crónico, de ropa excesivamente marrón siempre, lo mismo? ¿Les dirá lo mismo a los dos que a Gil de Biedma el suyo? Los poetas tienen otro espejo... y Hemingway también. ¿Heredaré yo la escopeta de cartuchos de mi viejo? La de cazar perdices. ¿Para qué sirve un arma si no es para metérsela en la boca: no nos engañemos: no está cargada de futuro? Un arma para no parecerme a mi padre, ni al borracho del bar que no sé si va borracho... ¿Cuándo me percaté que su deambular esquizo será el mío? Que también yo llevaré las mangas de la camisa sucias y el jersey, verde o amarillo, que se queda corto y se ven esas mangas de la camisa sucia... ¿Lavado demasiado el jersey? ¿Elegido en la tienda sin probártelo con esa vergüenza que da el saber que tienes la ropa interior sucia? ¿Cuándo será él yo y yo él?
Y si desaparecen estos reparos, es decir, a los cuarenta recordaré que no quiero ser ese hombre que, si no fuera por esa impulsividad, juraría le hicieron la lobotomía?
No se mira al espejo, creo, ahora lo afirmo: no se mira al espejo. Como no me miro yo cada mañana, ni los días de guardar, ni cuando creo que todavía conservo algo de encanto ni cuando sé que ya soy ese hombre con la camisa con las mangas sucias y los pañales por fuera, tan desastrado, y no me miraré la bragueta por si la cremallera está subida... y lo peor nadie la mirará como para darse cuenta...
Si se mirara al espejo, ¿saltaría desde la ventana con la ligereza de una adolescente, no dolor de rodillas, no dolor de articulaciones en general? Si saltara ya no podría dejar un bonito cadáver, nada es bello cuando pasamos de los treinta, al cumplir los treinta: solo el hombre con el pelo aplastado, movimientos tan impulsivos como breves, impulsividad sin motivo para sentarse en el taburete, levantarse, llegar el primero (como si importara) al quiosco de la Isa para comprar el periódico... Ese hombre soy yo, solo que veinte años más tarde, sin un vuelo desde el balcón que lo remedie, sin un volarse los sesos que no lo alargue... Solo ya no ser mi viejo, ese temor, otro viejo, ese otro desconocido, sin amigos, Gran Café, Kebab, Quiosco de la Isa...
miércoles, 30 de noviembre de 2011
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1 comentarios:
Tan desesperado estás?
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