¿Qué hacer?
Ocurre en las pelis norteamericanas, también en las series televisivas. "Cuelga tú"; "no, cuelga tú"; "cuelga tú"... y un amigo, empalagado de tanto azúcar, finalmente cuelga.
En las pelis de Hollywood ocurre. Pero en mi habitación no se encontraba ningún Seth Rogen ni Elizabeth Banks para cortar la conversación.
Comprendo que no es el amor ni tan siquiera el sexo, de cuánto dura. Algo más sencillo que cuánto dura y cómo mantener el amor. ¿Cuánto debe durar una conversación de teléfono?
Continuaba vibrando el móvil en silencio.
La opción primera parecía la más lógica: me eché un orfidal en la boca a esperar que se derritiera bajo la lengua; y, mientras decía "sí", con la boca reseca: parte nervios, parte amargor de la pastilla, comprendí el error: efecto retardado, no instantáneo, duración siete horas.
¿Podía pedirle que llamara, pongamos, tres horas más tarde, confiado ya en el efecto tranquilizador de la química? Opté por la opción hablar y andar en círculos por mi habitación: paradójico, pero el mareo cura el vértigo.
Finalizó. Bien, ¿bien? Un par de horas después me encontré rehaciendo en mi mente la conservación (mi práctica habitual consiste en anticipar diálogos, pero últimamente, y en previsión de una máquina del tiempo que permita corregir mis errores, también practico con conversaciones que ya sucedieron) y lo último que quedaba, lo que no se iba: la última o últimas frases (¿espontáneas, forzadas?) y cuando el teléfono hace clic y se cuelga.
Cada vez comprendo mejor por qué los norteamericanos tienen un mejor amigo para colgar el teléfono. Sabiduría de Hollywood.
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