
Siempre vi así a Salva Ballesta: escaso cerebro y una biografía en la que, legítimamente, pasó de demostrar a cada paso su españolismo (ningún problema: fue un invento de los nacionalismo periféricos, aceptado sin presentar batalla de ideas por la izquierda española, de que existen nacionalismos buenos -catalán o vasco- y nacionalismos malos -el español o castellano) a mostrar lo que podríamos calificar con ideas próximas o directamente franquistas y dictatoriales: su admiración por pilotos franquistas, el deseo de conocer a Tejero, su reacción ante el 11M apostando por una Noche de Cuchillos Largos...
Pero además del racismo (o la homofobia contra Guti y Michel, por citar dos ejemplos), existen otras forma sde comportamientos intolerables en una sociedad civilizada: las burlas sobre la muerte de Antonio Puerta o hace unos años sobre el hijo de Pirri o el de Mijatovic o la afición tan politizada del Celta que cantaba "Salva Ballesta, tiro en la testa" a la vez que jaleaba para que los etarras lo asesinaran.
A la mayoría de futbolistas les falta el valor de abandonar (ambos equipos al completo) un campo donde se produzcan insultos racistas o se rían de la muerte de un compañero. Pero, por un Salva Ballesta, hay cientos de aficionados que exhiben (y proclaman) sus ideas totalitarias: sea con vivas a ETA o con vivas a Franco.
Y las autoridades miran a otro lado mientras los forofos idiotizados silban por negro, español o catalán al futbolista que mañana aplaudirán si marca un par de goles.
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