
En primer lugar, lo ambienta en un pasado ya remoto: la Norteamérica de Reagan y su guerra de las galaxias. Y una sorpresa, si Brody era un villano (o un héroe o un pobre diablo) y el público se rendía ante él, aquí el matrimonio es directamente el archienemigo: unos espías rusos que viven en América como un matrimonio estadounidense, con su casa en las afueras y su par de hijitos (la hija... quizá la subtrama que más pueda acercarla a Homeland).

La ambientación, al igual que la música ochentera, son un acierto. También la interpretación de Matthew Rhys y de Noah Emmerich (aún no sé qué opinar de Keri Russell, pero después de la intensísima Claire Danes quizá no haya sido equivocada la apuesta).
Creada por Joseph Weisberg, busca lo que encontró Homeland en su primera temporada: el punto perfecto entre el drama familiar de ese matrimonio de conveniencia con hijos que ignoran que son espías y la trama de espías en suelo americano con vecino del FBI. Homeland en su primera temporada (no en la segunda), aunque el piloto no alcanza la calidad del primero de Homeland ni los dos episodios siguientes. Es un envoltorio brillante que los guionistas tienen ahora que rellenar; que encontrar su camino alejado del modelo Homeland (para la que no era necesaria una segunda temporada).
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